lunes, 5 de marzo de 2012

El Cardenal O'Brian, Presidente de la Conferencia Episcopal de Escocia, critica al Gobierno británico por pretender imponer por ley el matrimonio homosexual


Su Eminencia Reverendísima Keith Michael Patrick S.R.E. Card. O'Brien, Arzobispo de Saint Andrews y Edimburgo, y Presidente de la Conferencia Episcopal de Escocia (en la imagen que abre esta entrada), ha escrito un artículo en el diario británico "The Telegraph" hace un par de días, el pasado sábado 3 de marzo de 2012, oponiéndose a la posibilidad de que se legalice el "matrimonio" homosexual en Gran Bretaña. Lo he traducido personalmente al español y, por su interés, lo reproduzco íntegramente (lo que va entre corchetes son aclaraciones mías):


No podemos permitirnos el lujo de consentir de esta locura


El cardenal Keith O'Brien, máxima autoridad católica de Gran Bretaña, expone su oposición a los planes del Gobierno para legalizar el matrimonio gay.

El Gobierno va a realizar una consulta popular este mes sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo, preguntando a la gente si debe ser introducido [por ley] en Inglaterra y Gales.

Espero que muchos respondan y consideren firmar la petición en apoyo del matrimonio tradicional organizado por una nueva organización, la Coalición para el Matrimonio.

Aparentemente, la cuestión sobre los matrimonios del mismo sexo puede parecer inocua.

Las "parejas de hecho" llevan en vigor [legalmente] desde hace varios años, permitiendo a parejas del mismo sexo registrar su relación y disfrutar de diversas ventajas legales.

Cuando estas medidas se introdujeron, sus partidarios se esforzaron en señalar que no querían el "matrimonio", aceptando que el matrimonio siempre había significado la unión legal entre un hombre y una mujer.

Aquellos de nosotros contrarios a las uniones civiles, por considerar tales relaciones perjudiciales para el bienestar físico, mental y espiritual de los involucrados, advertimos que con el tiempo el "matrimonio" [homosexual] también sería demandado. Entonces se nos acusó de alarmistas; sin embargo, esa exigencia ya ha llegado.

Puesto que todos los derechos legales del matrimonio ya están disponibles para las parejas homosexuales, es evidente que esta propuesta no trata de derechos, sino más bien es un intento de redefinir el matrimonio para toda la sociedad a instancias de una pequeña minoría de activistas.

Redefinir el matrimonio tendrá enormes implicaciones para lo que se enseña en nuestras escuelas, y para la sociedad en general. Redefinirá la sociedad porque la institución del matrimonio es uno de los pilares fundamentales de la sociedad. Las repercusiones de la promulgación de matrimonios del mismo sexo por la ley será enorme.

Pero, ¿podemos redefinir los términos simplemente por capricho? ¿Puede una palabra cuyo significado han entendido claramente todas las sociedades a lo largo de la historia ser cambiada de golpe para significar algo más?

Si el matrimonio homosexual se impone por ley. ¿qué pasará con el maestro que quiere decir a los alumnos que el matrimonio sólo puede significar -y siempre ha significado únicamente- la unión de un hombre y una mujer?

¿Se respetará el derecho del maestro a sostener y enseñar este punto de vista o se le despedirá? ¿Se convertirán, sencillamente, tanto el profesor como los alumnos, en las próximas víctimas de la tiranía de la tolerancia, en herejes, ¿quienes disienten de la ortodoxia impuesta por el Estado deben ser machacados a toda costa?

En el artículo 16 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, el matrimonio se define como una relación entre hombres y mujeres. Pero cuando nuestros políticos sugieren desechar la comprensión establecida sobre el matrimonio y subvertir su significado, no son ridiculizados.

En cambio, su intento de redefinir la realidad se escucha educadamente, su locura se consiente. Su propuesta representa una subversión grotesca de un derecho humano universalmente aceptado.

Como institución, el matrimonio es muy anterior a la existencia de cualquier Estado o Gobierno. No fue creado por los gobiernos y no debe ser cambiado por ellos. En su lugar, el reconocimiento de los innumerables beneficios que el matrimonio aporta a la sociedad, deben actuar para proteger y defender el matrimonio, no atacarlo o desmantelarlo.

Este es un punto de vista que habría sido aprobado y aceptado sólo tan sólo pocos años. Sin embargo, promover hoy en día una concepción tradicional del matrimonio hace a uno correr el riesgo de ser etiquetado como un fanático intolerante.

No hay duda de que, como sociedad, nos hemos vuelto indiferentes a la importancia del matrimonio como una influencia estabilizadora y estamos menos inclinados a valorarlo como una institución valiosa.

Se ha dañado y debilitado en el transcurso de una generación, pero el matrimonio siempre ha existido con el fin de unir a hombres y mujeres para que los hijos nacidos de esas uniones tengan una madre y un padre.

Esto nos lleva a la única perspectiva que parece estar completamente perdida o ignorada: el punto de vista del niño. Todos los niños se merecen comenzar la vida con una madre y un padre; la evidencia a favor de la estabilidad y el bienestar que esto proporciona es contundente e inequívoca. No puede ser proporcionada por una pareja del mismo sexo, por muy bienintencionados que sean.

El matrimonio homosexual eliminaría completamente por ley la idea básica de una madre y un padre para cada niño. Se crearía una sociedad que opta por privar a un niño o de madre, o de padre.

Existen otros peligros. Si el matrimonio puede ser redefinido para que ya no signifique un hombre y una mujer, sino dos hombres o dos mujeres, ¿por qué detenerse ahí? ¿Por qué no permitir que tres hombres, o una mujer y dos hombres, constituyan un matrimonio, si se prometen fidelidad unos a otros? Si el matrimonio se trata sólo de adultos que se aman, con qué argumento puede impedirse que tres adultos que se amen se casen?

En noviembre de 2003, después de una decisión de un tribunal de Massachusetts de legalizar el "matrimonio" gay, se exigió a las bibliotecas escolares contar con literatura del mismo sexo [homosexual]; Se contaba a los alumnos de Primaria cuentos homosexuales, como "El Rey y el Rey". A algunos estudiantes de Secundaria incluso se les dio un manual explícito de defensa de la homosexualidad titulada "El Pequeño Libro Negro: Marica en el siglo XXI" [little black book es la forma de llamar en inglés a un 'libro de citas' o 'agenda de ligues']. La Educación, de golpe, tuvo que cumplir con lo que ya se considera "normal".

Burdamente, el Gobierno ha sugerido que el "matrimonio" del mismo sexo no sería obligatorio y que las iglesias podrían optar por no realizarlos. Esto es increíblemente arrogante.

Ningún gobierno tiene la autoridad moral para desmantelar el significado de matrimonio universalmente aceptado.

Imagine por un momento que el Gobierno hubiera decidido legalizar la esclavitud, pero asegurara que "nadie será obligado a tener a un esclavo".

¿Calmaría nuestro enojo esa despreciable garantía [dicha afirmación]? ¿Justifica el desmantelamiento de un derecho humano fundamental? ¿O simplemente serían palabras ambiguas para enmascarar una gran injusticia?

La Declaración Universal de Derechos Humanos es muy clara: el matrimonio es un derecho que se aplica a hombres y mujeres, "la familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado".

Esta verdad universal es tan evidente que no debería ser necesario repetirla. Si el Gobierno trata de acabar con un derecho humano universalmente reconocido, perderán la confianza que la sociedad ha depositado en ellos y su intolerancia avergonzará al Reino Unido ante los ojos del mundo.

El cardenal O'Brien es el Presidente de la Conferencia Episcopal de Escocia y la máxima autoridad católica de Gran Bretaña.

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